El primer viaje
- Fernando Rueda López
- 18 oct 2018
- 14 Min. de lectura
Actualizado: 27 ago 2020
Existen ocasiones en las que los viajes inesperados, resultan extraordinarios. Mi primer viaje hace referencia a la primera vez, en mis 21 años, que iba a viajar siendo yo el chófer, a mi lado iba una persona muy especial para mi vida, mi madre. Iba a ser todo un reto, porque a más de que iba a ser la primera vez manejando, íbamos a viajar en la noche, ya que a las 10 de la noche del jueves 9 de agosto nos decidimos en viajar, esto lo hacia más interesante todavía, fue así como después de hacer las maletas y tomar una ducha, guardamos todo en el carro y partimos.
Desde la ciudad de Loja (ubicada en la provincia de Loja), -ciudad en la que resido aproximadamente 6 años, ya que soy nacido en Quito-, hasta la ciudad de Machala (ubicada en la provincia de El Oro) la cual era nuestra primera parada, google maps indicaba que la ruta más corta era de aproximadamente 4 horas, en carro particular.
Salimos en nuestro vehículo cargados de emoción y yo, de un poquito de nervios, conecte mi celular para poder escuchar durante el viaje la música que me gusta, una playlist en spotify de bandas ecuatorianas -la pueden escuchar ---> https://open.spotify.com/user/12145675978/playlist/2IEu0oIf2bwz0fOiI4WUud?si=kIZOpVJtQeOWgD187R9XWQ -.
El viaje fue más agradable de lo que me imagine, las carreteras en excelente estado y buena señalización, la primera ciudad que pasamos en este viaje es la ciudad de Catamayo, a aproximadamente 40min de Loja; Catamayo posee un clima muy costero, es perteneciente a la provincia de Loja (aquí podrás encontrar variedad de balnearios, restaurantes donde encontraras la muy apetecida cecina y mucha diversión), avanzando con el rumbo, y tomando la carreta denominada "E50-Transversal Sur", pasamos por Balsas, ciudad ya en la provincia de El Oro, comienzas a sentir la humedad, aquí paramos un momento para comprar unas botellas de agua, usar el baño en uno de los varios restaurantes abiertos a la media noche en esta pequeña ciudad, una vez recargadas las energías, continuamos el viaje.
Llegamos a Santa Rosa, la ciudad que nos hacia saber que habíamos cruzado al 100% las montañas, un pequeño desvío nos hizo llegar a la parte céntrica, fue aquí donde me di cuenta que habíamos ingresado a la ciudad y nos perdimos, un patrullero nos ayudo a ubicar de nuevo la carretera, y después de las 4 horas exactas, un letrero nos daba la bienvenida a Machala.
Algo que me dejó muy contento de llegar dentro del tiempo esperado a Machala, fue el estado de las carreteras, y es que en ese trayecto, no me sentí inseguro o algo parecido mientras conducía, muy al contrario, la mayor parte de la carretera es de concreto y con muy buena señalización, a pesar de haberme perdido en Santa Rosa, no sentí mayor necesidad de usar gps o aplicaciones móviles vehiculares como "waze", en pocas palabras hasta ese momento estaba sorprendido del nivel de las vías.
Era la primera vez que visitaba Machala, una ciudad que desde el inicio me sorprendió, a la entrada se puede observar el "Monumento al Bananero" y si entras en la noche/madrugada es probable que te quedes impactada/o tanto como yo, la iluminación de la vía de entrada es espectacular, unas luces blancas a los costados de una vía de 8 carriles desde ya nos daba señales de que Machala era una ciudad bella; aquí debería insertar una foto de aquella sorprendente vía, pero en ese instante y teniendo en cuenta que era alrededor de las 2am, me ganaba el cansancio y el sueño, buscamos un hotel en google maps y diriigimos hacía a el a descansar.
Al siguiente día, la capital bananera del país -apodo que se le da gracias a sus exportaciones de banano a todo el mundo-, nos seguía sorprendiendo, el hotel donde nos habíamos hospedado, esta ubicado en el centro de la ciudad, donde además se podía apreciar edificaciones dignas de una ciudad en que esta en constante crecimiento, impactados por sus calles limpias, arquitectura moderna y clima cálido, nos dirigimos hacia Puerto Bolívar.

Puerto Bolívar está ubicado a unos 15 min. aproximadamente de Machala, es de gran importancia no solo para Machala sino para todo el Ecuador, ya que desde ahí, salen embarcaciones cargadas de frutas y especialmente de banano, las cuales se dirigen a varias partes del mundo para ser comercializadas. Este puerto es el segundo más importante del Ecuador por detrás del puerto de Guayaquil.
El motivo de estar en éste importante puerto, era el poder contratar un tour para observar a las ballenas jorobadas, que entre los meses de junio y octubre llegan a costas cálidas como las de Ecuador, provenientes de la Antártida, para reproducirse. En este puerto, ademas de los tours para observar ballenas, hay lanchas que te llevan a la isla de Jambelí, con precios accesibles.
Lamentablemente llegamos tarde para adquirir un pase al único tour de avistamiento de ballenas que salía aquel viernes, el costo nos indicaron era de 80 dólares por persona y la duración del recorrido era de alrededor de 8 horas.
Mi madre un poco decepcionada, se tomó un par de fotos con los barcos de fondo, eran alrededor de las 8:30 de la mañana, la gente del lugar se estaba preparando para recibir a miles de personas que, como nosotros, decidía ir a ciudades costeras para pasar los días de feriado en familia.
Nosotros sin embargo, fuimos a conocer el parque central de Machala y su Iglesia Catedral.
Ya en el parque, entramos a observar la Catedral, se observaban varios cuadros que recreaban el recorrido de Jesús cargando la cruz, un techo con mas figuras representando mas momentos, y al fondo, recto de la puerta principal, la figura de Jesús en un altar, recibía a todos los creyentes y demás visitantes a la Catedral.

Recorriendo el parque, observe a un pequeño niño jugar con las decenas de palomas que pasan sus días ahí, el niño con toda su inocencia les lanzaba maíz y ellas, entendían que el no estaba ahí para hacerles daño, decidí muy respetuoso tratar de hacerle una foto que represente lo que yo observaba. Coexistir, los humanos debemos admirar toda la belleza de cualquier animal y siempre aportar para su conservación, pensaba en ese instante.

Después de ver el enardecido vuelo de las palomas, en una conversa rápida con mi madre, decidimos irnos a la ciudad de Salinas, no nos íbamos a quedar con las ganas de observar a las ballenas, es así, como tras unas fotos y miradas rápidas a las calles llenas de comerciantes, volvimos al carro y emprendimos la ruta hacia Salinas. Alrededor de 3 horas de viaje hasta la perla del pacífico; del parque central de Machala, recto por la calle que coincidencialmente se llama Guayaquil , salimos a la avenida denominada "Vía la Primavera" son alrededor de 35 min de recorrido hasta conectarse con la vía denominada"E25-Troncal de la Costa", en este corto trayecto se puede observar a ambos lados la cantidad de plantaciones de banano y nuevamente me quede sorprendido, "con razón es la Capital Bananera" dije.
Ya en la vía que nos llevaría hacía el puerto principal del Ecuador y con un sol radiante, tras pasar varios pequeños poblados, zonas comerciantes, peajes, pequeños trancones, adquirir mandarinas y 2 horas con 50 min. aprox llegamos a Durán; pasamos el "Puente de la Unidad Nacional" que se encuentra sobre el Río Babahoyo, y un nuevo letrero nos daba la bienvenida a la perla del pacífico, Guayaquil, una parada obligada en este trayecto.
Ya en Guayaquil, paramos por un momento en una gasolinera para comprar hielo, rellenar un termo con agua para combatir el calor de esta imponente ciudad, y yo, quería que mi madre conociera la muy linda "Plaza Lagos", si están por Samborondón, no duden en ir a conocer este lugar. "Plaza Lagos" esta ubicada en la vía "E40", así que es muy sencillo llegar, un lugar exclusivo, por un momento sientes que estás fuera del Ecuador, si te gusta tomarte fotos, es ideal en varios de sus fondos, sin duda alguna, un bello lugar para compartir un momento ameno con personas que aprecias.


Al caminar por este lugar, encontramos una silla grande de madera que estaba en el centro de un grupo de arboles, los mismo que hacían que el sol, alumbre a la silla, algunas personas que se encontraban en el lugar, querían tomarse una foto. No le di muchas vuelta al ¿por qué hay una silla enorme aquí?, quizá represente a la grandeza, del lugar, de las personas o de la ciudad. Algunas fotos a mi madre y seguimos recorriendo, la verdad es un lugar donde puedes ir a leer un libro, tomar un helado, ir con tu enamorado/a o amigos, en fin, siempre es bueno encontrar lugares que te hagan sentir una sensación de tranquilidad.
Sin embargo Guayaquil no era nuestro destino, Salinas (ubicada en la provincia de Santa Elena) se encuentra aproximadamente a unas 2 horas desde Guayaquil, y continuamos por la vía E40, este tramo, de igual manera tiene muy buena señalización, y la carretera se encuentra en óptimas condiciones; al ser plano ya todo este trayecto, puedes acelerar un poco más, bajar el vidrio y sentir la brisa del viento vencer a la humedad de la costa ecuatoriana. Sin ningún tipo de problema, llegamos a nuestra segunda parada, Salinas, una playa que en estos meses (julio-agosto), es caracterizada por el clima frío, pero que a pesar de eso, la gente de la región sierra acude para disfrutar de todos sus atractivos. Al adentrarnos más, podíamos ver la cantidad de personas que estaban ahí, nos estacionamos cerca del malecón, y mi madre fue a preguntar la disponibilidad de los hoteles cercanos, después de 2 intentos, pudimos conseguir una habitación en un hotel cercano al mar.
Dejamos nuestras maletas y salimos a dar una vuelta por el malecón, alrededor de las 6 de la tarde, la noche comenzaba a aparecer, podíamos apreciar como varias familias seguían disfrutando del mar a pesar del frío.

La noche seguía cayendo, y después de cenar, fuimos por un cóctel en el balcón de uno de los varios lugares de entretenimiento nocturno de Salinas, donde podía observar a miles de personas caminar a escasos metros del inmenso mar, varios grupos de amigos subidos en buses turísticos bailando, parejas sentados viéndose los ojos, otros tomándose una cerveza y seguramente todas aquellas personas, querían olvidarse de su vida cotidiana esa noche.

Al siguiente día, emprendimos viaje muy por la mañana a la muy conocida "Chocolatera", la puntilla de Salinas y el punto más saliente del Ecuador continental, del malecón unos 6 minutos en carro, un lugar dentro de la zona militar de Salinas, al llegar observamos un faro y detrás de él, el mar, que impulsado por el viento chocaba con las rocas que están allí cientos de años, el sonido, resultado de esta acción, genera dentro de ti una calma única, puedes sentir como el viento de la mañana atraviesa tu cuerpo, un lindo lugar para dejarse llevar y disfrutar los paisajes.

Una vez recorrido la mayor parte de la puntilla, nos regresamos al malecón porque teníamos que embarcar un yate que nos llevaría a observar lo más cerca posible a las ballenas, aproximadamente estuvimos a 20 millas del malecón, 30 minutos aprox duró el tour, donde teníamos que ser pacientes y rápidos para poder observar a estos gigantes e imponentes mamíferos. Al fin y al cabo, el tour valió la pena, que pudimos observar muy de cerca a las ballenas con sus crías.
En Salinas se puede encontrar muchas empresas de avistamiento de ballenas, escogimos una que, cuya guía era una mujer con profesión de bióloga marina, muy conocedora de la vida de las ballenas, y a la vez muy consciente que se debe respetar en lo posible su hábitat, una muy linda experiencia.

Parte del tour, era observar a los piqueros de patas azules, los cuales son muy típicos de las Islas Galápagos, pero se encontraban en las costas de Salinas, era la segunda vez que podía observar de cerca a estas encantadoras aves.
Después de haber cumplido el objetivo principal de este viaje y verle a mi madre con una sonrisa en su rostro, seguía pensando en la palabra "Coexistir", es que a pesar de molestar un poco a aquellas ballenas, ellas tratan siempre de mostrarse amigables, es así como demuestran lo importante de cuidar y conservar su hogar, el mar.
Para el medio día, teníamos un nuevo destino, Manta, decidimos ir por la mayor parte de la muy conocida "Ruta del Spondylus", la misma que conecta las provincias de Guayas y Manabí.

Sin buscar mas "peros", decidimos emprender este nuevo trayecto dentro de esta viaje, la primera para antes de nuestro destino fue Montañita, una playa considerados para muchos como una playa donde todo es posible, y pues una vez ya ahí, nos encontramos con el mismo semblante que salinas, miles de personas pasando sus días libres en el mar. Una bandera roja en la playa indicaba que la marea estaba alta y que por ende era peligroso estar dentro del mar.

Recorriendo el malecón tomando tereré -bebida típica paraguaya- nos encontramos con un joven argentino que vendía un dulce, obviamente argentino, se sorprendió al ver que alguien ecuatoriano bebía tereré, y por su puesto le brindé un poco, siempre mostrando que a pesar de las nacionalidades, el sentimiento de hermandad latina esta presente en cualquier lugar.
Era hora de almorzar, fuimos por unos ceviches, a mi parecer los mejores que puedes encontrar allí, son los que se venden en la calle principal de Montañita, varias personas del lugar, tienen su bicicleta adaptada para preparar este delicioso plato que sin lugar a dudas queda bien acompañado por una cerveza.
En Montañita vas a encontrar, mientras el sol está presente, lugares para comer, beber, adquirir recuerdos y demás. Pero una vez que el sol se esconde, encontrarás una amplia variedad en cócteles, discotecas y lugares donde puedes pasar una de tus mejores noches con amigos o pareja.
Después de este corto paso por esta ciudad de fiesta, diversión y relax, emprendimos viaje a Manta. En este tramo, al ser la división entre la provincia de Guayas y Manabí, me encontré con varias curvas cerradas y un poco de lluvia, pero el clima iba mejorando, el viaje fue cansado pero al final, valió la pena, habíamos llegado a Manta tras pasar varios hermosos lugares, como Salango, Puerto López, Puerto Cayo y San Lorenzo, en todos estos lugares encuentran una variedad única de paisajes.

Una vez en Manta, y después de una desesperante búsqueda de Hotel por internet, logramos conseguir una habitación en un hotel por Tarqui, cerca de la zona atunera de Manta, la noche llegó, y el sábado quedó atrás. Domingo por la mañana, después dos días sin meterme al mar, fui a nadar en la playa "El Murciélago", una playa muy linda y cuidada, aquí pudimos distraernos un poco del largo viaje que venía siendo, pero aún faltaba más.

La mejor forma de poder recuperar energías para seguir manejando, a mi parecer, es relajarse en el mar, pero tuve la suerte de que antes de ir a nadar, dos personas venezolanas iban ofreciendo servicio de quiropráctica, decidí hacerme uno, y créanme que me ayudo mucho para poder sentirme mejor, después si, unos 30 minutos disfrutando de las olas y el mar.
Para aquel domingo, teníamos un nuevo destino, Bahía y San Vicente, fue así como nuevamente nos alistamos y emprendimos viaje, gracias a la ayuda de "waze" pudimos salir nuevamente hacia la Ruta del Spondylus y continuar este trayecto que seguía sorprendiéndome y encantándome.
El 16 de Abril del 2016, un terremoto sacudió al país, la zona más afectada, fue la provincia de Manabí, las zonas donde aquel domingo recorría, y aún se podía observar estragos de la fuerza de la naturaleza. Dejando varias zonas destruidas, varias personas muertas, pero uniendo a más de 16 millones de personas.

Llegamos a Bahía de Caráquez alrededor de las 3 de la tarde, y un semblante algo único nos recibía. Pues los estragos de aquel 16 de Abril aún estaban presentes, una sensación fría recorrió mi cuerpo mientras caminábamos por el abandonado malecón de Bahía, sin embargo, en el rostro de las pocas personas que se bañaban en el mar, se veía una sonrisa esperanzadora, normal de una persona que sigue adelante a pesar de los desastres. Bahía era de esos lugares que se caracterizaba porque la mayoría de edificaciones y viviendas eran de personas que viven fuera de Bahía, quizá por esto a pesar del tiempo que había pasado, las imágenes eran tristes aún.

Era la hora del almuerzo, y nos detuvimos en un pequeño local, sobre las piedras de la orilla, a degustar ceviches, era la primera vez que probaba el ceviche de cangrejo, y déjenme decirles, muy bueno, por su puesto que también comí el de camarón. Caminando de vuelta al carro, dentro de mi iba creciendo el sentimiento por mi país, a pesar de que han pasado 2 años de que la naturaleza demuestre su fortaleza, aquel lugar que de niño moría por conocer, parecía estar abandonado, causaba una mezcla de sentimientos y sembraba dentro de mi la ilusión de comenzar hacer algo para que este lugar, de paisajes sublimes, algo único en el Ecuador vuelva a reconstruirse y resurgir para bien de todos quienes viven ahí.

Después de cruzar el puente que une a Bahía con San Vicente, nos encontramos, con una realidad diferente, más de un centenar de personas disfrutando el intenso sol y el refrescante mar, todo lo opuesto a la ciudad que estaba al frente; San Vicente, había superado de mejor manera los estragos del terremoto, tanto así, que en el corto tiempo que nos costó el atravesar el malecón, tenía un mejor semblante y era claro el mayor movimiento comercial y turístico. Pues si, nuestro destino cambio, ahora era Pedernales, queríamos avanzar hasta ahí, dado que al siguiente día nos tocaba ir hacía Quito.

Sorprendidos y a la vez con un sentimiento triste, continuamos nuestro viaje, después de unos 40 min, un letrero nos indicaba un desvío a Canoa. Nos detuvimos un momento en aquella mágica playa, varias casas de madera, varios lugares en construcción nos daba señales de que estaban en continuo levantamiento, el agua azul en el fondo y un ambiente algo de relax total, me mostraba que dicha playa es ideal alejarse de los ruidos citadinos.
Tras el último tramo de aprox. 1 hora y 20 min, y después de pasar varios hermosos lugares de las costas ecuatorianas, habíamos llegado, eran alrededor de las 5:43 de la tarde, de aquel domingo 12 de agosto, estábamos por fin en Pedernales, la ciudad que visitaba después de 4 años, y a la cual, el terremoto del 2016 había dejado a miles de personas sin hogar y sin un lugar de trabajo, ciudad del epicentro y por tanto la ciudad más afectada por el terremoto del 2016, mientras recorríamos el malecón, nos entraba la nostalgia de ver todo diferente.

Todos los hoteles que mi memoria recordaba, las piedras en la orilla que daban sentido al nombre de la ciudad y todos los lugares que hace 4 años visité con mi familia, ya no estaban. Después de dejar las maletas en un hotel frente al mar, decidimos salir a recorrer y ver de más cerca como estaba Pedernales.

En el centro del malecón, una bandera de Ecuador, se dejaba llevar por el viento, la misma que se alzó después de aquel terrible suceso, indicando que los ecuatorianos residentes en esa zona, iban a levantarse y a reconstruir tan hermosa ciudad, un nuevo Pedernales nos indicaba la placa en la base del hasta.
Todos estos recuerdos, sumados a lo que veíamos en ese momento, nos aumentaba la nostalgia, al frente de la bandera, en un restaurante, había un cartel que cubría todo el largo del local, en ese cartel mostraba el hotel de 3 pisos que era antes del terremoto y como había quedado después de aquel terrible suceso, abajo de esa imagen una frase que a mi madre le sacó unas lágrimas, "Con tu ayuda nos vamos a levantar".

Después de degustar unos camarones y un pescado, fuimos a caminar por la orilla de la playa, sin piedras, por mi mente pasaba "el terremoto se llevó hasta las piedras".
Pensábamos que, en pocos minutos, toda nuestra realidad puede cambiar y peor aun, dejar de existir.
La noche ya había cubierto el cielo, nos acercamos al lugar donde varias personas vendían artesanías, recuerdos del nuevo Pedernales, todas las personas siempre con una sonrisa en su rostro nos saludaban y atendían; me dirigí hacia una banca al final de aquel lugar, viendo en la oscuridad la inmensidad del mar, el cual me ayudaba a reflexionar, y pensar cuán importante es arriesgarse hacer las cosas, cuán importante es decir lo que sentimos y sobre todo, cuán importante es aprender a valorar nuestras cosas, nuestras ciudades, nuestro país, nuestro mundo.
Después de adquirir recuerdos, la noche para nosotros había terminado, regresamos al hotel, y desde nuestra habitación, apenas se veía la bandera flamear, y con esa imagen de la bandera y esperanzado de que el Ecuador unido y consciente, poco a poco va a seguir superándose de todos nuestros males, me fui a descansar.

Lunes por la mañana, un seco de pollo acompañado por un café, jugo y huevos, fue nuestro desayuno. Había llegado la hora de decir adiós al mar y a sus paisajes, que después de 3 días de tenerlo cerca, había dejado en mi un espíritu que me motivo y enseño a valorar más a mi país, pero sobre todo, a poder sentir más a la naturaleza y entender que estamos aquí no para contaminar, matar, destruir explotar, sino más bien, estamos para purificar, ayudar, conservar, cuidar, coexistir y amar.
Así fue como ya estábamos en el carro rumbo a Quito, nos esperaban 4 horas de viaje más, pero todo lo que había recorrido, visto y vivido hasta ese momento, sin duda alguna, valió la pena.
Así fue como una decisión de subirse al carro una noche y emprender un viaje no planeado, llego a convertirse en uno de mis mejores y más bonitos viajes, enseñándome que hay veces en la vida en las que debemos preguntarnos ¿y por qué no?, y comenzar a dar ese paso que nos llevará a una nueva experiencia, un nuevo rumbo, a un nuevo comienzo. Esta es la razón por la cual, a través de imágenes captadas por mi celular, y letras que salen de mis recuerdos y sentimientos, decidí mostrar Lo que mis Ojos Ven.
Comentarios